Como la industria de la comida chatarra intentó evitar la publicación de la Guía Alimentaria de Brasil

Exministro explica en detalles la presión de la industria para boicotear documento oficial sobre alimentación sana para el pueblo brasileño

Cuando asistió a un evento en Brasilia, en una noche de febrero del 2014, hacía pocas semanas que Arthur Chioro había sido nombrado ministro de Salud de Brasil. Lo que debía ser un encuentro informal con el entonces presidente de la Asociación Brasileña de la Industria de Alimentos (Abia), Edmundo Klotz, se volvió una reunión sorpresa.

“Él me trajo un cuadernito, una publicación bien bonita. Si yo abriera el cajón de mi escritorio y la viera, no la podría confundir. Era algo que realmente tenía destaque”, recuerda Chioro. “El cuadernito traía tres puntos clave, es decir, tres exigencias de la industria. Una de ellas era que no publicáramos la Guía Alimentaria.”

Cinco años después, Chioro, que es profesor de la Escuela Paulista de Medicina de la Universidad Federal de San Pablo (Unifesp), contó con detalles inauditos las presiones que sufrió de Klotz, quien pasó 32 años como principal representante de Nestlé, Danone, Unilever, Coca-Cola y otras compañías alimentarias antes de dejar la presidencia de la Abia para una generación más joven y cercana a los cambios acelerados en el sector. Mientras tanto, la Guía Alimentaria para la Población Brasileña sigue molestando a los fabricantes de ultraprocesados.

Las políticas del presidente Jair Bolsonaro, que tomó posesión en enero del 2019, incentivaron a las empresas a reanudar sus esfuerzos para revocar o alterar este documento oficial del Ministerio de Salud, que tiene como finalidad fundamental recomendar a las personas que eviten el consumo de galletas, snacks, yogures con mucha azúcar, gaseosas, cereales industrializados y otros productos afines.

João Dornellas, quien sucedió a Klotz en la presidencia de la Abia, ha manifestado públicamente la intención de alterar la Guía Alimentaria. “La Guía tiene mucha cosa buena, pero el capítulo que habla de cómo las personas deben elegir a los alimentos pasa muy lejos de la ciencia y de la tecnología”, dijo en 26 de junio de 2019 durante una feria del sector, lanzando públicamente una cuestión que algunas semanas antes había surgido en los pasillos del Ministerio de Salud. “Por ello, necesitamos comunicar mejor con los consumidores y los gobernantes para cambiar esta idea.”

Ni Klotz ni la Abia quisieron hablar con nosotros sobre el tema.

El capítulo 2, a que Dornellas se refiere, clasifica a los alimentos de acuerdo con el tipo y el propósito del procesamiento. En líneas generales, hace distinciones entre los alimentos in natura o mínimamente procesados, como arroz y frijoles, y las formulaciones alimentarias que se han vuelto abundantes en las últimas décadas y que tienen la imagen cada vez más asociada a problemas de salud como obesidad, diabetes, hipertensión y cáncer.

“La regla que facilita seguir las cuatro recomendaciones generales hechas en este capítulo es simple, como deben ser las reglas de oro: prefi era siempre alimentos naturales o mínimamente procesados, y preparaciones culinarias a alimentos ultraprocesados”, indica el documento. Es de una claridad sin precedentes para las directrices dietéticas, que, en general, inspiradas por el modelo adoptado en los Estados Unidos bajo presiones económicas, no son nada directas.

Chioro ha dado detalles inauditos de la presión que sufrió de los representantes de Coca, Nestlé, Danone y otras fabricantes de ultraprocesados
Chioro ha dado detalles inauditos de la presión que sufrió de los representantes de Coca, Nestlé, Danone y otras fabricantes de ultraprocesados

Durante estos cinco años, la Guía Alimentaria se ha consolidado como una ruptura de paradigmas para estos tipos de documentos, sobre todo en dos temas: primero, porque el texto habla directamente a la población, no a los profesionales de la salud, como lo hizo la versión anterior, de 2006; después, porque no trata solamente de los nutrientes de los alimentos, sino se extiende a la discusión sobre los modos de producción, con una recomendación clara de que se debe dar prioridad a los alimentos producidos por pequeños agricultores, además de poner atención a la forma como se consume los alimentos y a las preparaciones culinarias.

“Es sorprendente ver cómo estas recomendaciones son utilizadas por personas fuera del campo técnico de la nutrición hoy en día”, dice Patricia Jaime, profesora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de San Pablo (USP), quien fue coordinadora general de Alimentación y Nutrición del Ministerio de Salud de 2011 a 2014, cuando dirigió el proceso de preparación de la Guía Alimentaria. “El término ‘ultraprocesado’ pasó a ser utilizado rutinariamente en la prensa.”

Este período de cinco años también fue el más fértil en la producción de evidencia científica en contra del consumo de galletas, refrescos, snacks y similares. Solamente en 2018 y 2019, hemos visto la publicación de artículos que asocian la ingestión exagerada de alimentos ultraprocesados con un mayor riesgo de muerte (aquí y aquí), enfermedades cardiovasculares, cáncer y obesidad (hay diez estudios en total). La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó recientemente una recopilación de toda esta evidencia, lo que ha enojado a los defensores de la industria.

Luis Madi, director de Asuntos Institucionales del Instituto de Tecnología de Alimentos (Ital), dijo durante un evento de la industria en agosto que este es el momento de trabajar para revocar la Guía Alimentaria. Para Madi, el tema es “el gran reto” de los próximos tres años —es decir, el mandato de Jair Bolsonaro—.

Ital es una empresa estatal creada en los 1960 por reivindicación de la industria de alimentos, y se sostiene por las contribuciones financieras de las propias corporaciones del sector. Entre sus objetivos, está el desarrollo de nuevos productos y empaques. Ital es un monumento de la era de los ultraprocesados y, por lo tanto, una organización amenazada por la idea de que los consumidores eviten a estos productos.

Klotz, el expresidente de la Abia, no quiso conceder entrevista

Madi no ocultó su molestia porque la FAO —que hasta entonces respaldaba a este paradigma alimentario— pasó a ensayar un cambio de opinión. Y culpó a la Guía Alimentaria por la dificultad de comunicarse con la población. “El gobierno brasileño debería haber sido más cauteloso cuando el Ministerio de Salud lanzó esta Guía, porque creó una muy, muy fuerte confusión en el consumidor.” A su lado, Alexandre Novachi, director de Asuntos Regulatorios y Científicos de la Abia, asintió.

Cinco años antes, precisamente en la FAO, la Guía Alimentaria tuvo uno de sus momentos clave. La II Conferencia Internacional de Nutrición se celebró en la sede de la organización, en Roma, días después de la publicación del documento en Brasil. Según algunos miembros de la delegación brasileña, Klotz, también parte del grupo, no ocultó su desacuerdo con la postura del ministro Chioro.

“Klotz se reveló una voz aislada. No tenía evidencia científica a su lado. Era un ambiente que no era muy receptivo a este tipo de pensamiento”, dice el exministro de Salud. En ese momento, le entregó una versión en inglés de la Guía Alimentaria a Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS). “La directora general de la OMS pedir que se traduzca una política de salud genuinamente brasileña, eso nunca había pasado.”

Inicialmente, la Guía Alimentaria sería presentada a fines de octubre. Pero el evento acabó cancelándose, lo que angustió al grupo responsable por la elaboración del documento. Según Chioro, él mismo tomó la decisión de retrasar la presentación de la Guía, una vez que sintió la necesidad de organizar un evento que estuviera a la altura de la importancia del documento —lo que efectivamente ocurrió unos días después—.

“Todo el proceso de elaboración de la Guía fue muy marcado por la tensión con la industria”, dice Camila Maranha Paes de Carvalho, profesora de la Universidad Federal Fluminense (UFF). Su tesis de doctorado, defendida en 2017 en la Universidad Estatal de Río de Janeiro (Uerj), aborda los conflictos de intereses que existieron durante la fase previa a la presentación del documento. “La amenaza concreta de la industria hizo que las personas que anteriormente estaban preocupadas por pequeñas diferencias vieran que, en el escenario más amplio, estarían del mismo lado. Independientemente del resultado, es mejor tener esta Guía, que ya es muy buena, que no tenerla.”

Durante la consulta pública, la industria se movilizó para tratar de cambiar partes de la Guía Alimentaria, especialmente con respecto a la recomendación de evitar los alimentos ultraprocesados. La movilización se hizo directa e indirectamente, por parte de organizaciones científicas vinculadas a empresas, sobre todo por el International Life Sciences Institute (ILSI), mantenido por las corporaciones del sector, y la Sociedad Brasileña de Alimentación y Nutrición, también patrocinada por Nestlé, Danone y similares.

“Hemos visto que diferentes instituciones presentaron comentarios idénticos, lo que sugiere que se hizo alguna asociación”, dice Maranha. Al año siguiente, el Ital, con el apoyo de las corporaciones alimentarias, creó una página para defender la idea de que no hay diferencia técnica entre la harina de trigo y el Doritos: ambos se tratan de alimentos procesados. El problema, para el Ital, es que está cada vez más difícil pelearse con la realidad.

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